martes, 8 de agosto de 2017

Día 66. Agosto 4. Faltan 62 días. Último día del diario.


Hoy solo puedo decir que lo lamento, pero seguir con el diario es una quimera. Y lo hago sin más culpas ni arrepentimientos. Tuve estos tres días de descanso para disfrutar al lado de mi mamá, de mis hermanos y mis hijos para llegar a la conclusión de que ahora seguir con este proyecto me representa no solo un problema de voluntad, sino de prioridades y tiempo. Lo único cierto, es que el reloj que nos lleva al reencuentro con Ángela corre cada vez más rápido y le queda menos tiempo.

Escribir este diario cada noche me representa invertir entre una y dos horas de mi tiempo. Si bien parece que una entrada se puede escribir en veinte minutos, yo dilato la escritura entre otras actividades mundanas y profundas, pero siempre estoy conectado con el diario hasta que termino la entrada. Los cuarenta primeros días fue realmente terapéutico, porque me sentía solo, decaído, extrañaba mucho a Ángela y aún me superaba la situación con el pequeño Felipe. Luego empecé a sentir la presión de la obligación de escribir el diario y me fue estresando, llenando de culpas y exigiendo más de lo que estaba dispuesto a dar. Lo intenté. Y llevo muchos días intentándolo, incluso, pretendiendo que podía seguir escribiendo como si no hubiese habido rezago para llenar luego ese lapso vacío de memoria con poesía sacada quién sabe de dónde. Pero me rindo. Hoy, indefectiblemente, me rindo. Y no lo voy a hacer en un mar de meaculpas y vergüenza, como si estuviera haciendo algo malo. Sé que fallé, sé que incumplí y sé que de cierta manera, mentí. Pero no hago nada con esas retahílas adoloridas por no cumplir cuando el objetivo del diario, que es lo más importante, se cumplió.

El diario me acompañó en los días más difíciles, fue un vehículo para reconstruir los días que pensé que no podría superar sin hundirme en la tristeza y la confusión y sirvió para reflexionar paso a paso hasta que vi que este reto lo podía superar porque mi amor por el pequeño Felipe es mucho más grande que el temor que me produjo la ausencia de Ángela. En otras palabras, no tiene sentido seguir usando una silla de ruedas cuando ya he aprendido a caminar.

Sé que a Ángela le va a hacer falta estar enterada del día a día del pequeño Felipe lo cual trataré de suplir con mayor diálogo con ella y con un relato detallado a viva voz de lo que fue cada día de Pipe. Para eso están Skype y Whatsapp, además de las redes sociales, que sirven para comunicar en tiempo real lo que estamos viviendo. Ya hablé con ella, y con un dejo de tristeza, lo supo comprender.

El pequeño Felipe seguirá siendo el protagonista de mis días. Seguiré escribiendo en mi mente esta historia y seguiré reconstruyendo el día del pequeño Felipe antes de dormir para saber qué puedo mejorar al siguiente día con él. Sí, este diario como estaba planteado quedó cojo, mocho, ciego y sordo. Pero qué más da. Una lección más y es no poner un listón absurdamente alto para pasarlo caminando por debajo. Era demasiado ambicioso pretender que iba a generar una disciplina que no tengo ni para los asuntos más vitales de mi existencia. Pero la verdad es que mi obligación no es con el diario sino con el pequeño Felipe. Y esa obligación, que es la más importante de este trance, la he cumplido a cabalidad y por ello debo sentirme tranquilo y orgulloso.

Ahora quiero aprovechar las noches para leer los libros y ver las películas que me han prestado y debo devolver antes de que nos vayamos. Quiero conversar con los amigos y las amigas para despedirme, al menos en el mundo real, porque nadie se despide en el mundo virtual a no ser que quiera perder ese contacto voluntariamente. Quiero ver Netflix, aprovechando el perfil que me abrió Ángela desde Alemania y quiero tomarme mi te en leche antes de dormirme sin sentir ese sabor amargo de que dejé algo pendiente para mañana.

Me disculpo con ustedes mis lectores. Lamento defraudarlos, mi especialidad. Pero también apelo a su comprensión y a su buen criterio para que sepan que el diario cumplió una misión vital pero que ya agotó su objetivo y se va convirtiendo de a poco en una carga injustificada. Eso no quiere decir que el diario esté cerrado. Vendré eventualmente a contar algo que me resulte digno de que sea memorable para dejar acá la señal que me permita recordar ese momento o ese pensamiento o ese hecho que enaltezca la vida hermosa de mi pequeño bebé, mi inspiración y la razón de todo este esfuerzo que ha dado sus frutos.

Bueno, con esto culmino, sin más rodeos ni excusas. Incumplí y me excuso por eso. Pero ya, no puedo seguir cargando con la culpa y el peso de cargas que solito he querido cargar, sin la posibilidad de dañar a nadie porque solo está comprometida mi intimidad que comparto porque ese etéreo llamado lectores me inspiran confianza y calidez. Volveré, eventualmente, sin el rigor de los días, para contarles eventos que considere relevantes. No sé cuándo. No sé cómo. No quiero volver a predecir nunca más 128 días de mi vida. Prefiero vivirlos a plenitud con la razón de mi existencia. Y esa razón de mi existencia decora esta entrada en la fotografía. Sobran las palabras.

Gracias por leerme. Apelo a su comprensión y espero que las letras nos sigan acompañando sin importar el medio y la razón. Un abrazo fraterno, tan virtual como real. Hasta pronto.


2 comentarios:

  1. A no sentir culpa innecesaria. Cuando se reencuentran reencuentren con Ángela volvé a escribir un par de dias. Abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Así es Rafa. Ahora estoy en la cuenta regresiva a menos de un mes. Haré el reporte una vez se dé nuestro reencuentro. Un abrazo fraterno amigo.

      Eliminar