jueves, 27 de julio de 2017

Día 50. Julio 19. Faltan 78 días.


Escasamente recuerdo que este día fue miércoles. Y puedo decir también que fue un día rutinario, como el martes ya lejano para un diario que me puso a tambalear en este esfuerzo. Entonces hoy solo vengo al blog a divagar sobre lo que viene, sobre lo que debo hacer de ahora en adelante ya que la memoria es inferior a mi rezago.

Varias personas, que además aprecio, me han recomendado no desfallecer y seguir con el diario porque dentro de las razones que expuse omití algunas que son las realmente valiosas. La primera, que este diario no es solo una terapia para mí, sino un legado para el pequeño Felipe quien podrá reconstruir un pedazo de su vida del que no tendrá memoria, lo que hace de este diario su patrimonio y no el mío. Segundo, porque este es el medio que le permite a Ángela, mi esposa y la mamá de Felipe, enterarse de infidencias del día a día del pequeño Felipe que quizás yo no le cuente en el ajetreo de los días. Es decir, las únicas razones que reconocí ayer para pensar en dejar el diario, son mis razones egoístas. Porque olvidé que después de 50 días que llevo publicados con este, así ya esté desnaturalizado como tal, más que una terapia se ha convertido en el relato de una historia que además tiene unos lectores a quienes también estoy irrespetando al dejarlos tirados porque creo que esto solo es necesario para mí.

Hoy he hecho un ejercicio profundo de reflexión y he notado que lo que me está pasando con este diario no es más que una muestra de lo que pasa en general en mi vida. Soy de empezar muchos proyectos y de terminar muy pocos. Soy experto en encontrar excusas coherentes que al final solo son los cimientos de mis fracasos. Y soy experto en abandonar a las personas que creen en mí a la vera del camino cuando creo que el camino se acabó no porque en realidad se haya acabado sino porque yo cierro los ojos para no verlo más.

Es decir, abandonar este diario no tiene justificación alguna. Como tampoco tiene justificación el rezago que hoy me tiene tambaleando porque no solo no lo supero, sino que tiendo a hacerlo cada vez más grande, menos recuperable y por lo tanto, más frustrante. Ángela me ha hecho ver lo importante que es este diario para ella y la tristeza que siente al despertar y encontrar que esa historia que con juicio yo le contaba, ahora solo le llega en anécdotas dispersas de lo que yo le cuento en nuestras conversaciones, pero ya no se puede imaginar el día entero del pequeño Felipe, que era el encanto para ella. Y sí, es mi culpa y no puedo hacer nada más que remediarlo.

Por lo tanto he decidido hacer algo que casi nunca hago. Cumplir sin excusas. Ponerme al día y tratar de reconstruir los días que ya agonizan en mi memoria sin inventar pero sin omitir. Me he puesto un plazo de una semana para superar el rezago y retomar el día a día con la promesa de nunca dejar acumular más de tres días, y si esto llegase a suceder, recuperarlos en los siguientes tres días sin ningún atenuante. Entonces, no voy a prometer más esta noche. Consciente de que este diario no solo me pertenece a mí, sino que también le pertenece a los lectores que me honran cada noche con su tiempo para leerlo, con Ángela que se entera de la vida de su mayor tesoro a través de este espacio y del pequeño Felipe, que tendrá el privilegio de poder conocer un pedazo de su vida que por sí mismo no recordaría, me comprometo a cumplir, solo a cumplir como lo venía haciendo en la escritura de esos 128 días de los que aún quedan más de la mitad.

Por lo demás, solo me queda pedirles perdón por ser tan egoísta y complaciente conmigo mismo. Sus consejos fueron el motor de la reflexión que me lleva a hacer algo que poco hago: Honrar mi palabra con hechos y no con más palabras. Entonces, cierro por hoy el diario del pequeño Felipe y también mis ojos para dormir con la convicción de que a partir de mañana haré este esfuerzo necesario para retomar esta responsabilidad que yo mismo me di pero que me compromete con ustedes, con Ángela y sobre todo, con el pequeño Felipe. Este es su diario, no mío, y eso lo olvidé injustamente.

Una vez más y sobre todo esta noche, gracias por leerme, muchas más gracias por comprenderme y millones más por, a pesar de todo, no dejar de leerme.

Feliz noche y gracias por los consejos que me dieron. Acá me tienen, persistiendo, sin desfallecer, como me lo pidieron.


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