miércoles, 26 de julio de 2017

Día 49. Julio 18. Faltan 79 días.


Hoy debo reconocer que ya no me alcanza la memoria para saber qué pasó exactamente con el pequeño Felipe el martes julio 18, es decir, hace ocho días. Y debo reconocer que mi memoria de mediano plazo no es tan prodigiosa y que no quiero inventarme un día solo para cumplir con el diario. De lo que estoy seguro es que fue un día tranquilo, normal, cotidiano y sin hechos memorables, porque si los hubiese habido, los recordaría.

Hoy además me estoy cuestionando si debo o no continuar con este diario en estas circunstancias. Primero, porque lo inicié como un desahogo terapéutico de una situación angustiante que ya no existe a esta altura porque simplemente me calmé, descubrí que el instinto paternal puede ser tan efectivo como el maternal y en este momento ese miedo desapareció, no porque tenga todo controlado, lejos de estarlo, pero por lo menos sé que la situación no es tan complicada como yo me la imaginé al principio. Segundo, porque un diario que no se escribe a diario deja de ser un diario. Sonará redundante, pero es así. En este momento dejé de escribir un diario para escribir un reporte tardío de días que se me están olvidando porque se volvieron rutinarios. Y la rutina uno la recuerda igual todos los días cuando la evoca. Por eso es tan aburrida.

Entonces, esta entrada me servirá como el preámbulo de la decisión que voy a tomar de seguir o no con este relato, que no será ahora ni esta noche, porque tampoco tengo prisa para decidir. Sin embargo, debo reconocer que escribir sí me sigue sirviendo para tramitar mis conflictos internos, para reflexionar sobre mi intersticio con el pequeño Felipe que ha sido el motor de estos días y porque mientras lo hice con juicio, me dio cierto halo místico de compromiso y responsabilidad traducidos en disciplina que es una falencia vital de mi existencia.

En fin, como el objetivo de este diario es además contar el día a día del pequeño Felipe, les debo una disculpa enorme por haber frustrado en este día y en esta entrada lo que ustedes están acostumbrados a leer. Como pueden ver, el pequeño Felipe está prácticamente ausente en este relato y me concentré en las excusas que siempre tengo para abandonar mis proyectos, que son buenísimas y por buenas nocivas para lo que verdaderamente necesito.

Ahora debo dormir. He tenido unos días muy movidos en mis entrañas que no pasan por el pequeño Felipe que está muy bien sino por mis propios demonios que cuando se emborrachan hacen estragos en la cantina de mi alma. Por eso no he dormido bien y por eso mis prioridades van cambiando de lo material a lo espiritual y en ello debo trabajar empezando por un reposo reparador.

Creo que hoy les hice perder el tiempo y lo siento. Mañana les contaré que me indica mi criterio sobre lo que debo hacer. Y de una vez les adelanto, de ese miércoles tampoco recuerdo mucho.

Muchas gracias por leerme a pesar de que no lo merezco.

Feliz noche.


No hay comentarios:

Publicar un comentario