lunes, 3 de julio de 2017

Día 34. Julio 3. Faltan 94 días.


Anoche el que no tuvo la mejor noche fue el pequeño Felipe. La gripa se le alborotó totalmente y los mocos no lo dejaban respirar bien. Yo intenté velar su sueño y lo mantuve abrigado con cobijas para que no le diera frío, pero a Pipe no le gustan las cobijas, les huye, y en la huida, también iba abandonando la colchoneta en la que estaba durmiendo. Tres veces lo subí desde el tapete del cuarto de mi mamá, que es mullidito, pero igual no es cómodo para dormir.

A las seis de la mañana el pequeño Felipe se levantó aún un poco somnoliento, pero al menos sin tanto malestar. Yo me levanté con él y le hice un tetero caliente, para que soltara un poco las flemas. Tenía "momos" por montones y cada vez que estornudaba le fluía un hilo verdoso de la nariz. Pobrecito. Anoche sí lo sentí malito.

A las siete desayunamos y me tranquilizó que comió con buen apetito. Ese es un buen síntoma. porque ayer que no quiso comer bien, supuse que la enfermedad se iba a poner maluca. Y así fue, por la noche fluyeron todos los males por su cuerpito.

Entonces decidí que regresaríamos temprano al apartamento. No hay mejor hospital para recuperarse de los males que la casa de uno. Allí está todo lo que lo conforta. Sus juguetes, las fotos de Ángela, sus colores, sus papeles, su cuarto, sus muñecos... todo le es familiar, todo, absolutamente todo en la casa es de él porque Ángela lo acostumbró a que así fuera, para que cogiera y usara sin miedo todo lo que acá hay. Si no queremos que coja algo, lo ponemos en donde no alcance, pero todo lo demás es de él, para que tenga sentido de pertenencia por algo, que se sienta seguro, confiado, tranquilo y dueño de lo que lo rodea. Para eso es el hogar. Para sentir que ese es el espacio en donde somos amos del Universo.

Efectivamente la casa lo reconfortó. Se le subió el ánimo y me empezó a pedir galletas y jugo, señal infalible de que está mejorando. Se sentó a ver televisión y se relajó. No estaba tan activo como siempre, pero las ganas le dieron para hacer algo de desorden y pintar un rato. Almorzó bien, y sus energías se fueron apagando, pero porque necesitaba urgentemente descansar. A la una y media cayó profundo viendo televisión. Yo recliné la silla en la que estaba y me subí también a dormir. Yo dormí una hora profundo, y cuando desperté, él seguía durmiendo. Se despertó poco antes de las cuatro. Ya no estaba tosiendo y no estaba tan mocoso, pero se le veía decaído, como cuando uno ha hecho un esfuerzo muy grande y solo quiere descansar.

A pesar de que durmió mucho en la tarde, no le alteré su rutina. Le di comida a las seis de la tarde y a las siete de la noche ya estaba en su cuna esperando el tetero para acostarse. Pensé que se iba a demorar para dormir, pero se nota que aún resentía la mala noche de anoche y quedó dormido casi de inmediato. Ya son más de las diez y aún no lo he escuchado toser. Parece que esta noche será mucho más tranquila y reparadora. Es claro que los lugares nuestros son los que más le aportan a nuestro bienestar. Nuestra casa y nuestra cama son los lugares más cómodos y más amables porque son nuestros y por nuestros nos dan todo el bienestar.

Solo espero que el pequeño Felipe mañana amanezca bien para que disfrute lo que viene de su semana en el jardín y en el tiempo que compartimos juntos. Este último puente fue complicado por el efecto de la vacuna contra la influenza que le precipitó esta gripa que espero, ya esté pasando.

Bueno, culmina un día más y van pasando uno a uno, unos raudos, otros despacio. Yo tengo mucho para hacer y para reflexionar esta semana. También me alegra haber dormido en la tarde. Ahora me siento reparado y sin tanto malestar de insomnio como el que tuve en la casa de mi mamá. Hay mucho por hacer y el tiempo cada vez es menos. Debo optimizar mis días. Feliz noche y feliz semana para ustedes. Gracias por leerme.


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