lunes, 5 de junio de 2017

Día 6. Junio 5.


El pequeño Felipe amaneció enfermo. Nada grave, tiene diarrea pero parece que no se ha dado cuenta porque de ánimo está bien. Es importante que esté hidratado y desde muy temprano le di líquido y pedí en el jardín infantil que estuvieran pendientes de su alimentación para que no se fuera a poner peor. La quitada del pañal para bañarlo fue apoteósica. Nunca es linda, pero esta fue espantosa. No voy a describirlo, pero no había de dónde agarrarlo.

Lo bañé con cuidado para que quedara bien limpio y mientras lo vestía nos conectamos con Ángela a Skype. La vio en la pantalla y ya no le generó tanta ansiedad pero tampoco tanta emoción. Todavía se está adaptando a estas formas de comunicación y ya sabe que este es el medio, porque ahora señala el computador y dice "mamá".

En el jardín se quedó tranquilo. Esta vez no lloró y cuando escuchó la voz de sus compañeritos se quedó buscando con la mirada y me pude ir sin drama. Hoy estuve especialmente inquieto y estresado, porque cuando regresé del jardín noté el apartamento terriblemente desordenado. Como el fin de semana estuvimos en donde mi mamá no tuve tiempo de arreglarlo y las tareas pendientes eran demasiadas. La loza, la bendita loza que se aparea y se reproduce en el lavaplatos es mi karma de todos los días. Por la mañana dejo un vaso y una cuchara y por la noche ya han parido cuchillos, ollas, tenedores, platos, tijeras, pailas y hasta una licuadora. No sé cómo es ese proceso, pero parece que el lavaplatos le tiene miedo a la soledad porque nunca está solo.

Aparte de eso había un cerro de ropa para doblar, que es la segunda tarea más aburridora después de lavar platos. Además yo tengo un problema con mi motricidad fina y doblo la ropa como bailo. Siempre me queda descuadrada. Pero no importa. Así se va para el closet. Mi perfeccionismo no tiene jurisdicción en la ropa doblada.

En fin, el hecho de ver desorden me deprime. Y no porque sea sicorígido. Lejos de eso, todo lo contrario, soy un tipo más bien distraído que vive como los capítulos de los Simpsons que nunca terminan por donde empiezan. Pero especialmente ahora me parece importante que el pequeño Felipe no sienta abandono. Y el desorden es un síntoma claro de abandono. Ángela no es que sea precisamente un ama de casa devota pero nunca se acuesta sin que el apartamento esté medianamente arreglado. Por eso amanecer y verlo en semejante caos me confrontó mucho, porque son estos detalles los que hacen que Pipe note inexorablemente la ausencia de su mamá. Entonces mi día hoy fue de delantal y oficio, para recuperar la normalidad, para que Pipe sienta que falta su mamá pero que todo lo demás puede estar bien.

Entonces lavé la loza, doblé la ropa y aproveché para lavar la ropa de Felipe que se me venía acumulando silenciosamente. Levanté el reguero, los juguetes de Felipe y los mil papeles que va pintando cada vez que se encuentra un color y una hoja. Yo soy supremamente lento haciendo oficio. Y creo que eso también tiene que ver con mi motricidad fina. Soy torpe y se me resbala todo entonces cada cosa la hago con toda atención y cuidado, como cuando uno nota que está respirando y se pone a pensar qué pasa si no respira. Los distraídos somos además pendejos y cuando nos queremos concentrar pensamos en estas cosas.

Casi todo el día se me fue en esto y escribiendo un par de cosas que vengo trabajando con algunos medios de información. A las cuatro y media me fui por el pequeño Pipe. Pasé media hora antes porque íbamos para el supermercado en donde aprovecho el coche de Pipe como carro de mercado porque tiene un depósito en la parte inferior con buena capacidad de carga. Compré lo básico porque desde hace unos días cada vez que abría la nevera salía un ratón comiéndose las uñas. Además faltaban cosas de aseo para mí, porque Ángela dejó toda la dotación del pequeño Felipe lista para los cuatro meses porque ella sabe que yo soy un poco descuidado con esas cosas del mercado.

Llené el coche con jugos para hidratar al pequeño Felipe y con algunas otras cosas para preparar comidas ligeras, además de algunas cosas de aseo. Finalmente el pan no cupo en la parte de abajo del coche y se lo entregué a Pipe para que lo llevara en su cabina. No sé si eso clasifica como maltrato infantil, pero la señora que venía detrás mío me miró con ganas de quererme denunciar al Bienestar Familliar.

Pipe llegó un poco cansado, pero no decaído. Aún tiene diarrea y no comió muy bien. Pero se tomó dos jugos de corrido, tenía mucha sed. Se dejó empijamar sin mucha resistencia y se acostó poco después de las siete de la noche. Me quedé un rato cuidándole el sueño y sobándole la panza. Espero que amanezca mejor y que la diarrea ceda para no tener que llevarlo a la clínica. Detesto las clínicas. Son el peor ambiente para un bebé y el lugar en donde se encuentran todas las enfermedades que se les pueden pegar, no solo las de los demás niños, sino las de los grandes. Pero al final, si no hay remedio, allá iremos a parar. Ojalá que no sea así.

Bueno, seguiré cuidando el sueño del pequeño Pipe. Esta noche es crítica porque su salud tambalea y no hay que darle oportunidad para que se ponga peor. Tengo el Pedialyte listo y Dólex por si las moscas. Y un ojo abierto y los oídos dispuestos a cada segundo en la madrugada. Solo espero que amanezca mejor. Y que ver la casa ordenada en la mañana le suba el ánimo.

Feliz noche para todos ustedes. Y gracias por estar otra vez acá. Es muy valioso para mí. Gracias.






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