sábado, 17 de junio de 2017

Día 18. Junio 17.


La noche tétrica que hasta ahora no había sido con el pequeño Felipe, fue anoche. No tuvo tanta tos, ni le subió fiebre, pero se despertó cada dos horas incómodo porque los mocos no lo dejaban respirar bien y finalmente a las cinco de la mañana decidió pedir su tetero matinal y que lo pasara para mi cama. No dormimos bien, ni él ni yo. Traté de arruncharlo para que nos volviéramos a dormir un rato pero no estaba en sus planes. Entonces nos quedamos acostados un rato, yo en estado catatónico y él jugando al caballito. Al menos estaba de buen ánimo, pero yo estaba destrozado.

Sin más opciones que madrugar, decidí alistar pronto nuestro paseo para El Rosal con escala previa en Cota en la casa de mi mamá, en donde teníamos invitación para desayunar. Salimos a las siete de la mañana, esperando que el tráfico estuviese suave. Parece que millares de conductores madrugadores pensamos que el tráfico iba a estar suave. Coincidimos todos en el mismo trancón, saliendo de Bogotá por la autopista Medellín a las 7:30 am. El pequeño Felipe durmió el recorrido, como duerme todos los recorridos en su vehículo llamado Morfeo.

Llegué a la casa de mi mamá con hambre, con sueño, enfermo y "tantao". El pequeño Felipe llegó contento, un poco más relajado, pero también hambriento. Le alegró ver a mi mamá y jugó un rato con ella. Mi mamá lo perseguía y él me buscaba para refugiarse. Yo iba por instrumentos, tratando de mantener los párpados levantados aunque mis ojos solo veían la luz al final del túnel.

Desayunamos, y la energía me fue volviendo de a poco. El pequeño Felipe se quedó dentro de la casa. El día estaba frío, gris, opaco y era mejor no tentar al clima. Entonces le di colores y papeles. Pintó un rato, pero lo de él es desordenar. Entonces bajó los libros de la biblioteca, sacó las fichas del dominó y regó los recibos de los servicios de la casa de mi mamá por todo el piso. Yo me rendí, no le quise recoger nada y le exigí a mi mamá asumir su responsabilidad de abuela. Porque si ella no me hubiera traído al mundo, Pipe no podría estar haciendo todo ese desorden. A mi mamá no le causó gracia mi apunte y tuve que recoger el reguero de Felipe.

Al filo de las once el pequeño Felipe quedó dormido. Yo estaba pasmado, ya no me podía dormir pero estaba agotado. Después del almuerzo, a la una y media de la tarde, nos fuimos para la casa de mi hermana para alistar el viaje hacia El Rosal. El pequeño Felipe decayó, se puso sensible y la tos lo volvió a atacar. Yo traté de consolarlo cargándolo y consintiéndolo. Pero no subió el ánimo. Me preocupé. Arrancamos para el Rosal y se volvió a dormir en el trayecto. Al menos estaba recuperando energía. Cuando llegamos a El Rosal su semblante cambió. Los animales le dan un semblante vivaz, cálido, fraterno. En la finca de mi hermana está José, un perro rescatado que tenía la cadera partida y catorce años. La relación entre Pipe y José es indescriptible. Pero está en la foto, Interpreten ustedes.

Prendí la chimenea para calentar la casa y así aplacarle la tos al pequeño Felipe. Funcionó. Anduvo calientico, contento y relajado. En mi estado medio zombie, dejé la leche de Felipe en la casa de mi hermana y para acostarlo no tenía tetero disponible. Mi hermana consiguió leche de cabra. Milagrosa pero fea. Pero igual, a Felipe le gustó. Se tomó su tetero y se durmió. Yo sigo al borde de un colapso de estrés porque no he dormido nada. Ni en la noche ni en el transcurso del día. He perdido la lucidez y si me han leído con atención se habrán dado cuenta que estoy disvariando, escribiendo por inercia y al borde de desfallecer y caer rendido sobre este teclado.

Pipe está durmiendo. Yo estoy escribiendo porque amo escribir. No hay otra razón porque de verdad estoy aniquilado. Solo tengo una reflexión antes de irme a dormir hasta que Pipe me lo permita. Las cosas materiales son inocuas, innecesarias, prescindibles. La vida tiene un encanto particular porque es espiritual. Nadie vive por sus posesiones sino por sus convicciones. Lo que creemos nuestro no es más que materia que se desvanece, es perecedera y banal. La vida, las emociones, el encanto de la vida es inmaterial. Es espiritual y eso mágico. Espero que comprendan lo que quiero decirles así parezca que estoy delirando. Porque lo estoy, pero no importa. Con esto me despido y claudico. Claudico rendido.

Gracias por leerme. Gracias de verdad. Esta entrada es delirante, lo sé. Perdón. Feliz noche.



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